v.12 n.7 ¿Realmente afirmó Jesús ser Dios en Juan 8:58? ¿O lo está engañando su traducción?

Por Teócrata
Pedro escribió: “Todavía estoy esperando saber de alguien por qué los fariseos tomaron piedras para apedrear a Jesús si no fue por el tipo de auto-identificación de blasfema que hizo en Juan 8:58.”

¡Ahora aquí está una oferta que no puedo rechazar! Me supongo por su comentario que usted está tomando la línea estándar de Juan 8:58, donde Jesús estaba afirmando ser el Dios del Éxodo 3:14. Esta afirmación se basa en una especie de “traducción teológica”, algo que no se confirma en el idioma original.

En la LXX (la traducción griega de la Biblia Hebrea usada a menudo por los escritores del Nuevo Testamento), en Éxodo 3:14, Jehovah declara “ego eimi o ohn”—“Yo soy el que existe.” La adición de la palabra griega “o ohn” (el existente) es necesaria para reflejar el hecho de que el hebreo tiene la palabra “ehyeh”—“Yo seré”. En Juan 8:58 Jesús sólo dice “ego eimi” ([ese] soy yo). De acuerdo a esta base, realmente no es justo al texto forzar una referencia inequívoca a Éxodo 3:14. Jesús no dijo “Yo soy el que soy” y por lo tanto no dice “Yo soy Dios”. Jesús dijo: “Ese soy yo.”

Cualquiera pudiera decir “Yo soy” o “Ese soy yo” sin ninguna alusión a un reclamo de divinidad. Anuncios de Reebok citan a estrellas que dicen: “Yo soy lo que soy”. Otro ejemplo más bíblico de esto se encuentra en Juan 9:9, donde el ciego de nacimiento dice “ego eimi”—“Ese soy yo”. Ninguno de estos individuos afirma ser el Dios del Éxodo.

Así que “ego eimi” en Juan 8:58 no es ni el nombre de Dios, ni un título exclusivo divino. Pero si Jesús no está reclamando ser Dios, ¿qué fue lo que le entendieron decir que causó tanta ofensa? La respuesta está en el previo diálogo a su declaración. En los versículos inmediatamente anteriores vemos que esta no es la primera vez donde Jesús dice “ego eimi” en este intercambio. Él ya lo ha dicho en el versículo 24.

(Esto pone aun mas en entredicho la noción ampliamente acertada que las palabras “ego eimi” fueron entendidas por los oyentes de Jesús como una reivindicación a “divinidad”, ej., una referencia a Éxodo 3:14. En vez de aprovechar esta oportunidad para por fin acusarlo, ellos respondieron preguntándole, “¿Quién eres?” (v. 25). Es evidente que Jesús no se ha identificado en esta declaración de una manera suficiente para que sepan lo que el “yo” en “Ese soy yo” se estuviera refiriendo.)

Leyendo desde el versículo 25, el discurso se remonta a Abraham. “¿Cómo puedes pretender ofrecer vida en el siglo venidero?” le preguntan a Jesús. “Hasta el mismo Abraham está muerto; ¡seguro que no estás afirmando ser más grande que él (v. 52-53)!”
Después, mal entienden la declaración de Jesús en el versículo 56—“Abraham se regocijó de ver mi día”—leyendo mas allá de lo que está escrito, porque en el versículo 57 ¡acusan a Jesús de haber visto a Abraham! Él nunca dijo eso. Le habían entendido mal. Tampoco dijo que Abraham lo había visto—sólo que Abraham se había regocijado de ver su día Mesiánico. Abraham, habiendo creído el Evangelio predicado por Dios (Gálatas 3.8) esperanzadamente se regocijo, esperando el “día de Cristo”, como muchos Judíos habían hecho.
Es en respuesta a este malentendido por los Judíos que Jesús hace la siguiente declaración “Antes que Abraham fuese, ese soy yo”. Sin embargo, note que no dijo “Yo soy antes que Abraham” o “Antes que Abraham fuese, yo ya estaba [existía]”.

El tiempo presente “Yo soy”, en referencia al pasado (“Antes que Abraham fuese”) simplemente no funciona como una oración independiente. Repetimos, Jesús no dijo, “Yo ya estaba vivo antes de Abraham”. Él dijo, “Antes que Abraham fuese [naciera], ese soy yo”.

El “ese soy yo” de Jesús sólo tiene sentido si Jesús se está refiriendo otra vez a algún tipo de declaración que ya ha hecho anteriormente acerca de su presente estatus con respecto al patriarca. Sugiriera decir que Jesús se está expandiendo sobre su declaración en el versículo 56 explicando cómo, a pesar de no tener ni 50 años de edad, Abraham aún podría haberse regocijado de ver su día.

Al traer las dos juntas lo que tenemos es: “Antes que Abraham fuese, ese soy yo…cuyo día Abraham se regocijó de ver.” Esta es una identificación clara por Jesús de sí mismo como la simiente prometida a Abraham por Jehovah, la semilla a través cual todas las familias de la tierra serían bendecidas. Una vez más Jesús reclama ser el Mesías prometido.

La grandeza de Abraham se basaba en su creencia en la promesa que Dios hizo con él acerca de su simiente, el Mesías venidero y el hecho de que, al creer, se convirtió en el medio por el cual Dios cumpliría Su palabra.

Jesús es más grande que Abraham, porque en él se personifica el propósito final de Dios y el tema de la promesa de la cual Abraham se regocijó. Esta es la asombrosa declaración que ofendió a los judíos que trataban de apedrearlo.
En conclusión, aunque el judaísmo del primer siglo regularmente hizo uso de la personificación poética con respecto a los atributos de Dios, no tenían ninguna expectativa de que el mismo Dios se convertiría en un hombre. ¿Cómo podían ya que Dios había prometido que la semilla, descendiente de David, sería el Mesías?—y no algún preexistente “Dios Hijo” de la teología post-bíblica. Por siguiente, una pesada carga de prueba cae sobre cualquiera que sugiere que los apóstoles predicaron una cosa tan revolucionaria.
En cuanto al evangelio de Juan, pensé que estaría interesado en la siguiente declaración, expresado por el respetado erudito Colin Brown, él mismo un trinitario.
“La clave de la pregunta está en cómo entendemos el término de Hijo de Dios…El título Hijo de Dios no es en sí una expresión de la Deidad personal o la expresión de distinciones metafísicas dentro de la Deidad. De hecho, ¡para ser 'Hijo de Dios' no puede ser el mismo Dios! Es una designación para una criatura que indica una relación especial con Dios. En particular, denota el representante de Dios, Su vice-regente. Es una designación de realeza, identificando al rey como el Hijo de Dios…En mi opinión el término ‘Hijo de Dios’ últimamente converge en el término ‘imagen de Dios’ que debe entenderse como el representante de Dios, aquel en quien el espíritu de Dios mora y a quien se le da la administración y autoridad para actuar en nombre de Dios…Me parece que es un error fundamental de tratar las declaraciones en el cuarto evangelio del Hijo y su relación con el Padre como expresiones de las relaciones internas de la Trinidad. Pero este tipo de mala interpretación sistemática del cuarto Evangelio parece subyacer una gran parte del pensamiento trinitario social…Es una común, pero patente, interpretación errónea de la apertura del Evangelio de Juan leerlo como que si dijera: 'En el principio era el Hijo y el Hijo estaba con Dios y el Hijo era Dios' (Juan 1:1). Lo que ha sucedido aquí es la sustitución de Hijo con Palabra (Gr. logos) por lo tanto el Hijo es hecho un miembro de la Deidad que existía desde el principio.” 'Trinity and Incarnation: Towards a Contemporary Orthodoxy', Ex Auditu, 7, 1991, pp. 87-89.

v.12 n.7 ¿Quién conoce mejor a Jesús?

Por Anthony Buzzard


Si usted está de acuerdo con el sentido común de la propuesta de arriba, veamos lo que Jesús tenía que decir sobre su propia identidad. Iglesias desde hace mucho tiempo se reúnen bajo una pancarta—la creencia de que Jesús es Dios, Jehovah, el Dios de Israel.

¿Pero dijo Jesús tal cosa? El bien pudo haber dicho: “Yo soy Dios”. Pero nunca lo hizo. Ni una sola vez. ¿Entonces, quien dijo que era él?

La pregunta arremolinó alrededor en esos días frenéticos del ministerio de Jesús. Algunos pensaban que Jesús era uno de los profetas resucitados. Otros tenían otras opiniones. Jesús, como maestro enamorado de la unidad y el orden, le planto la pregunta a sus mayores alumnos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (Mateo 16:15). Olvídese de conjeturas populares y lleguemos a la mera verdad. Pedro respondió con seguridad: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.” ¿Está claro? Queriéndome poner al lado de Jesús, estoy escuchando atentamente a la respuesta de Jesús de la iluminada respuesta de Pedro a esa gran pregunta—la pregunta realmente grande en que la fe Cristiana depende.
Jesús recibió la esplendida respuesta correcta de Pedro con una alegría desbordante. Jesús dijo que Pedro había sido dotado por un milagro de comprensión y fue capaz de definir correctamente quién era Jesús. Él es el Hijo de Dios, el Mesías: “esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” [y propongo construir mi propia Iglesia sobre esta idea penetrante que soy el Hijo de Dios, el Mesías] (Mateo 16:17-18).
Jesús así nos dijo en términos claros: “Yo soy el Hijo de Dios, el Mesías.” Él sabía quién era.

Después de los tiempos del Nuevo Testamento esa verdad fundamental, unificadora y estabilizadora no permaneció. Sufrió los estragos de la filosofía Griega la cuál repasó—y confundió—toda la enseñanza bíblica acerca de Dios y Su Hijo, el Mesías. Pero mientras la Escritura se escribía y los apóstoles aun estaban vivos para defenderla fuertemente, el grito continuo saliendo: “Estas cosas [según todo el evangelio de Juan] fueron escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (Juan 20:31). ¿Suena familiar? Incluso más tarde en las comunicaciones de despedida de Juan en sus epístolas, la nota de urgencia más bien ha aumentado. “El que niega que Jesús es el Cristo" niega al Hijo de Dios. Véase 1 Juan 2:22; 4:15; 5:1, 5, 10, 13, 20 para un énfasis exitoso de este punto.

Todo esto es bastante sencillo y directo, siempre y cuando mantengamos el idioma filosófico que después se empleo después con una terminología de “dos naturalezas”, “tres hipóstasis” y “una sustancia”; algo que nos impide ver las palabras de Jesús mucho más fácil. La iglesia es fundada sobre la roca que es la confesión de: ‘Yo soy el Cristo, el Hijo del Dios viviente’. ¡Nada sobre que él es Dios!

¿Qué más podemos decir de Mateo? Él parece haber prestado mucha atención a quién es Jesús. Todo su libro abre con la toma de que Jesús es el hijo de David, de Abraham y también, por supuesto, de Dios, quien es el Padre de Jesús, resultando en su genesis, origen (Mat 1:18; cuidadosamente note aquí el uso de la palabra).

En el libro de Juan, ¿cómo puede encajar esta clara enseñanza de que Jesús es el Hijo de Dios y Cristo? Perfectamente. ¿Acaso Juan no nos dijo expresamente que todo el libro fue escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (20:31)? Mire cuidadosamente los primeros días de Jesús. ¿Qué dijeron sus futuros discípulos? “Hemos encontrado al Mesías…al Hijo de Dios” (véase Juan 1:41, 49). ¿Estaban equivocados? Por supuesto que no.

Ahora vienen las preciosas y confirmadoras palabras de Jesús en Juan 4, donde se encuentra en un pozo con la mujer Samaritana. Jesús, con su maravilloso estilo abarcador que le permitía hablar con todos, sin excepción, la involucra en su conversación. Esto es lo que ella sabe: “Sabemos que el Mesías ha de venir” (v. 25). Mirándola directa a los ojos, Jesús responde: “Ese soy yo, el que habla contigo” (Juan 4:26).
Jesús no estaba jugando o cambiando toda la conversación, por lo tanto ni engañando a la mujer. Algunos quieren hacernos creer que no existe una conexión entre “el Mesías” de la declaración de la mujer y la respuesta de Jesús: “Ese soy yo”. Hemos aprendido del mismo Juan que escribió todo lo que escribió para convencernos de que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (20:31). “Ese soy yo” (¡aleluya!) confirma la expectativa de la mujer que el Mesías en efecto venía. Ella tuvo el privilegio de conocer a esa misma persona. ¡Jesús debió saber quién era el! Lo dijo aquí en Juan 4:26, tal como él lo dijo en los otros evangelios. Yo soy—el Mesías.

El Griego de estas maravillosas palabras, “ese soy yo”, es ego eimi (que se pronuncia en el griego moderno ego imi). Juan hábilmente creía en esta frase como el código para “Yo soy el Mesías”—y no ¡“Yo soy Dios”! La primera y clave aparición del dicho “ese soy yo”, es el que acabamos de examinar. Hay más en Juan. Por lo tanto, el sentido común requiere que la misma frase sea puesta en estas mismas palabras. Lamentablemente sus traducciones, deseosos por hacer que usted piensa en otra dirección, no han permitido que usted mire que Jesús también dice exactamente el mismo dicho de “Yo soy el Mesías” en Juan 8:58. Muy injustamente los traductores no incluyen la palabra importante “ese” cuando traducen “ego eimi” en Juan 8:58. Al no hacerlo, hacen difícil para usted recordar la afirmación Mesiánica en Juan 4:26: “Ese soy yo, el que habla contigo.”

Jesús sigue afirmando su pretensión Mesiánica. A pesar de todo, fue su intención declarar su Iglesia sobre esta idea fundadora.

Incluso antes de Abraham, que con alegría esperaba al Mesías, Jesús es el Mesías prometido, el que esperaban venir. “Ese soy yo, el Mesías.”
Unos pocos capítulos más adelante, en Juan 10, Jesús se enfrenta con Judíos hostiles que están profundamente descontentos con su pretensión Mesiánica e Hijastro unigénito—el sentido de que él estaba hablando y actuando únicamente por su Padre, el único Dios, quien Jesús dijo ser su “mismo Hijo”. Enojados y maliciosamente los Judíos (al menos algunos de sus líderes) acusaron a Jesús de hacerse pasar por Dios.

¡Qué oportunidad para que Jesús confirmara exactamente lo que sospechaban!—que él estaba afirmando ser Dios, o al menos “un Dios”. ¿Por qué Jesús solamente no responde diciendo: “Sí, eso es correcto, esto es lo que soy – Dios”?
Él no hizo tal cosa. Más bien explicó que estaba actuando como el único portavoz de ese solo Dios, su Padre; lejos de ser el mismo Dios (lo que con razón hubiera sido considerado como una blasfemia), él era el Hijo de Dios. “¿Por qué acusan de blasfemia a quien el Padre apartó para sí y envió al mundo? ¿Tan sólo porque dije: ‘Yo soy el Hijo de Dios’?” (Juan 10:36). Aquí de los labios del mismo Jesús tenemos la verdadera identidad de Jesús. ¿Está usted dispuesto a creer que él sabía quién era y fue capaz de decírselo a ellos y a nosotros?
En su juicio, con una coherencia total, afirmó la acusación de que él era “el Mesías, el Hijo del Bendito” (Marcos 14:61-62). ¿Le suena familiar? Aun mas Jesús resume nuestro deber como creyentes: “Y esta es la vida eterna [del siglo venidero]: que te conozcan a ti [el Padre], el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Juan 17:3).
Nada menos que 516 veces en el Nuevo Testamento, Jesús es llamado el Cristo. ¿Es el punto sobre la identidad clara?
A través del libro de los Hechos encontrará exactamente la misma verdad que se está emitiendo en todas partes. “¿Cree usted que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios?” “Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo” (Hechos 8:37; 2:36).

Otro título ha surgido aquí, requiriendo su máxima atención—‘Señor’. Inmediatamente le recordamos que Jesús es “el Señor Jesucristo”, “nuestro Señor Jesucristo", “Cristo Jesús, mi Señor”.

Nuestro escritor y maestro más amplio de todo el Nuevo Testamento es Lucas, compañero de Pablo en sus viajes. La información primaria de Lucas acerca de la identidad de Jesús aparece en los primeros capítulos de su obra. El ángel Gabriel se encarga de dejar claro quién es Jesús. En Lucas 1:32-35 Gabriel lleva a cabo su ministerio de enseñanza en unas breves palabras instructivas, que nunca debieron ser pasados por alto o mal entendido. El bebé de María es identificado como “el Hijo del Altísimo”. Jesús es también “el hijo de David”, debido a su relación de sangre a través de su madre, descendiente de David.

Luego, en respuesta a la pregunta muy razonable de María de un embarazo sin el beneficio de un marido humano, encontramos estas palabras, que necesitan ser gritado a los cuatro vientos: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, y es precisamente por esta razón que el santo niño que va a nacer será llamado, el Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Una vez que este extraordinario bebé nació, se les dijo a los pastores creyentes, “Hoy ha nacido en la ciudad de David un salvador que es el Señor, Cristo” (Lucas 2:11). Y no, me apresuro a añadir, ¡el Señor Dios! Pero el Señor Cristo y el Hijo del Altísimo. ¡Le suena familiar!

Esos hombres con una ciega confianza estaban teológicamente correctos cuando se dirigían a Jesús como el Señor, hijo de David (Mateo 20:31; 15:22). Este es el equivalente del Señor Mesías/Cristo.

Por supuesto que Hijo y Cristo son los títulos con raíces en Salmo 2, donde el Dios de Israel y de todos nosotros anunció: “Hoy yo te he engendrado...pondré a Mi Rey sobre Mi santo monte...Pídeme y te daré [Mi hijo] toda las naciones de la tierra como tu herencia.”

Ese engendró del Hijo ocurrió hace unos 2000 años. Sabemos esto solamente siguiendo la palabra de “engendramiento” de Salmo 2:7 lo mismo con la palabra en Mateo y Lucas de principio, engendramiento y nacimiento del Hijo. El decreto, “Te he engrando hoy” (Salmo 2:7) se hizo realidad el día en que María concibió por milagro y el ángel le confirmo a José, “Lo que ha sido engendrado [traído a existir] en ella es del santo espíritu” (Mateo 1:20). Por lo tanto, el padre de ese hijo engendrado (nacido) fue, por supuesto, el Hijo de Dios.

Lucas reporta las mismas buenas nuevas de Gabriel: “Precisamente a causa de” (dio kai) este milagro en María, el niño se llamará (= será) el Hijo de Dios (Lucas 1:35). Tome eso como la definición más brillante del Hijo de Dios y aferrarse de esto a través del resto del Nuevo Testamento. Pero tenga cuidado de no darle vuelta sobre su cabeza o ponerlo boca abajo o destruirlo convirtiéndolo en “Dios-Hijo”. No hay tal persona en la Biblia.
En Hechos 13:33 Pablo, viajando a menudo con Lucas y naturalmente en armonía con Lucas, pone el engendramiento, comienzo, la existencia del Hijo al inicio del nacimiento de Jesús (como se dice, ¡ni que fuera ciencia de cohetes!). Fue cuando Dios “levantó”, es decir, lo introdujo [por primera vez] a la escena humana. Similar a la forma en que levanto a Moisés, al Faraón y a David, fue como ocurrió el engendramiento de Jesús. Exactamente lo que hemos aprendido (arriba) de Mateo 1:20 y Lucas 1:35.
No se deje engañar por la mala traducción de “resucitando” en vez de “levantando” en Hechos 13:33. Esto podría confundir la simple verdad, haciendo a Jesús Hijo de Dios sólo en la resurrección [como erróneamente nos explica el comentario de la RV1995: “Sal 2.7, citado aquí para indicar que, al resucitar a Jesús, Dios lo autenticó como su Hijo.”]. Pero la resurrección de Jesús se describe en el versículo 34 y otro texto del Antiguo Testamento es citado para probar su resurrección [Isa 55.3].
Luego, mire la simple verdad sobre el engendramiento, el principio y nacimiento de Jesús en Romanos 1:3-4. Jesús allí es el Hijo de Dios, un descendiente de David (Pablo y Lucas en Lucas 1:32-35, en perfecta armonía), de acuerdo a la línea de sangre humana y “declarado [designado] con poder Hijo por la resurrección”, exaltación a la diestra del Padre.
Jesús no se convirtió en Hijo en la resurrección, ni en su bautismo. Él fue Hijo de Dios por ser procreado milagrosamente en María (otra vez Lucas 1.35).
Ahora a Hebreos 1. Dios no habló por su Hijo en los tiempos del Antiguo Testamento (Hebreos 1:1-2). ¡Esto debería ponerle fin a cualquier especulación que el Hijo era el ángel del Señor en el Antiguo Testamento! El punto de Hebreos 1 es para recordarnos que Jesús no es un ángel, nunca fue y, por lo tanto, ni un arcángel (un ángel de alto rango). Si Jesús era el ángel del Señor, su venida a la existencia en María sería imposible y la historia que hemos mencionado arriba fuera descarrilada y no tuviera sentido.
Hebreos 1:1 a 2:5 nos da un relato de la nueva creación del pacto en Jesús, la “sociedad por venir sobre el cual estamos hablando” (2:5). Esto comenzó cuando Dios cumplió su promesa hecha en 2 Samuel 7:14 que El un día seria el padre, engendraría, traería a existir a su propio Hijo: “Yo seré Su padre y él será mi hijo.” Vimos cómo esa promesa se hizo realidad en Lucas 1 y Mateo 1.

Para hacer el mismo punto sobre engendramiento, la procreación del Mesías, el Hijo de Dios, el escritor Hebreos cita Salmo 2 sobre el comienzo del Hijo de Dios (“Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado”, Sal 2.7 citado en Heb. 1:5). Una tercera cita prueba el punto: “Cuando él trae a su Hijo al mundo”, es decir, causa su nacimiento por medio de un engendramiento sobrenatural.
Al reunir toda esta información del Nuevo Testamento, datos que son totalmente consecuente y coherente, se nos insta a creer simplemente que Jesús, como él mismo lo declaró, es el Hijo de Dios (Juan 10:36). Y él debería saber y nosotros realmente deberíamos creerle— ¡si nos decimos ser creyentes!
La alternativa a esta creencia es suscribirse a la extraña idea de que Jesús es el Hijo de Dios quien eternamente existía [siendo “eternamente engendrado”, de acuerdo a los credos] como un miembro de un Dios trino. Este concepto, que se considera ser un misterio imposible e ilógico de entender, incluso para los expertos, hace descarrilar completamente la identidad bíblica de Jesús. Aun más que esto, presiento los conflictos más terribles, ex comunicaciones, cazadores de herejes, inquisiciones y quemados en la hoguera.
Pregúnteles a sus amigos judíos. Ellos le dirán que el Mesías, el ungido de Dios, no es el mismo Dios, haciendo dos dioses, ya que el Padre es Dios. Lucas 2:11 y 26 proporcionan la distinción elemental y fundamental entre Dios y Jesús.
Hay dos señores en la Biblia [cp. Sal 110.1]. En primer lugar, el Señor Dios, que es una sola persona, que se define por miles de pronombres personales singulares. En segundo lugar, el Señor Mesías, que comenzó a existir hace unos 2000 años (Lucas 2:11).

Los dos señores están bien descritos y se distinguen por el verso más popularmente citado en el Nuevo Testamento del Antiguo Testamento. Salmo 110:1 habla de Jehovah hablándole al señor de David, el Mesías. Ese segundo señor en el texto hebreo es adoni. Esta forma de la palabra “señor” no quiere decir Dios. Obviamente no ya que en la Biblia Dios no le habla a otro único Dios. Eso sería politeísmo y el desastre teológico final.

Biblias que le ponen una letra en mayúscula a ese segundo señor de Salmo 110:1 lo engañan. Cuando la palabra hebrea es adoni es correctamente representada como señor o amo (no es un título para Dios). Pero en el Salmo 110:1 los traductores de las diferentes versiones rompen sus propias reglas de capitalización. Se suponía que el segundo señor de alguna manera era el Dios-hombre de los credos tradicionales. Pero una vez que a la gente le enseñaron que Jesús es Jehovah, esto por supuesto causo un “problema” (¡una palabra favorita en los escritos teológicos!), cómo dos Jehovahs realmente podrían ser un Iahvé. Después de todo Jesús creía que la cosa más importante de todas es que creamos que “el Señor nuestro Dios es un Jehovah”, o Señor (Marcos 12:29).

Un escritor experto en la Trinidad se comprometió en una revista teológica a la proposición ¡“Dios es al mismo tiempo una persona y tres Personas"!

Los cimientos del universo fueron agitados y el curso del desarrollo de la iglesia desordenado de una manera permanente por la decisión de los Concilios de la Iglesia cuando hablan de tres como cada uno Dios y al mismo tiempo misteriosa e ilógicamente un sólo Dios. Esto implicó la imposición sobre la orientación de la Biblia hebrea con categorías extraídas de un mundo extraño de la filosofía griega. Este fue un desastre que necesita recuperación y restauración, para que todos los que se reúnan en la iglesia cristiana se reúnan para creer en un Dios Padre y en un solo Señor Mesías, el ser humano Mesías Jesús (véase 1 Tim 2:5). Esta es la simple verdad que tanto se necesita.

Al abandonar el credo de Jesús y substituirlo por otro credo de tres-en-uno ha sido una tragedia, como lo han notado muchos observadores expertos:
“En el año 317, un nuevo argumento surgió en Egipto con consecuencias de carácter dañino. El objeto de esta controversia fatal, que encendió tales divisiones deplorables en todo el mundo cristiano, era sobre la doctrina de tres personas en la Divinidad, una doctrina que en los tres siglos anteriores habían escapado felizmente la vana curiosidad de los investigadores humanos.”[1]
“Cuando miramos a través del largo tiempo del reinado de la Trinidad…vamos a percibir que pocas doctrinas han producido un mal tan sin mezcla.”[2]
“En práctica la doctrina cristológica nunca ha sido únicamente derivada de una lógica de las declaraciones de la Escritura…Por lo general la Iglesia practicante (sea lo que hayan afirmado estar haciendo en teoría) no ha basado su Cristología exclusivamente en el testimonio del Nuevo Testamento.”[3]
“Los griegos distorsionaron el concepto de la agencia [divina] legal de Jesús por una identidad ontológica, creando un conjunto ilógico de credos y doctrinas para causar confusión y terror para las generaciones posteriores de los cristianos.”[4]
“En ninguna parte identifica el Nuevo Testamento a Jesús con Dios.”[5]
“Debido a que la Trinidad es una parte tan importante de la doctrina cristiana posterior, es sorprendente que el término no aparece en el Nuevo Testamento. Del mismo modo, el concepto desarrollado de tres parentescos co-iguales en la Deidad que se encuentra en formulaciones del credo posterior no pueden ser claramente detectado dentro de los confines del canon.”[6]
"¿Cómo vamos a determinar la naturaleza de la distinción entre el Dios que se hizo hombre y el Dios que no se hizo hombre, sin destruir la unidad de Dios por una parte o interferir con la cristología por otra? Ni el Consejo de Nicea, ni los Padres de la Iglesia del siglo IV satisfactoriamente contestaron esta pregunta.”[7]
“La adopción de una frase no bíblica en Nicea marcó un hito en el crecimiento de dogma; la Trinidad es verdad ya que la Iglesia—la Iglesia universal hablando por sus obispos—lo dice, ¡aunque la Biblia no!...Tenemos una fórmula, ¿pero que contiene esa fórmula? Ningún pequeño de la Iglesia se atreve tratar de responderla.”[8]

Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías. Hijo de Dios es definido por Lucas 1:35 y Dios es el Dios y Padre de Jesús el Mesías, el Señor Mesías nació en Belén hace 2000 años. Este está destinado a volver a tomar las riendas de un gobierno mundial y rescatarnos de nuestra sorprendente pérdida de la simple Verdad. La verdad nos hace libre, como bien lo dijo Jesús (Juan 8:32).
Por más que protesten, dos o tres que son cada uno Dios hace a tres dioses. Si cada uno de los miembros de la Trinidad es Jehovah, entonces juntos no pueden llegar hacer un Iahvé. Uno nunca puede ser tres, por mucho lenguaje ofuscas que produzcan para convencernos. Una X no equivale a tres X.
Jesús mandó a creer en un solo Jehovah (Marcos 12:29) y por supuesto en sí mismo como el Señor Mesías y no como un segundo Señor Dios. Pablo lo resume en una corta y fácil formula de entender: “Para nosotros los cristianos solo hay un solo Dios, el Padre y ningún otro Dios fuera de Él” (1 Cor. 8:4, 6). Pablo aquí amontona las formas gramáticas singulares que, por supuesto, designan a una persona singular y única, el Padre. Acceso a ese solo Dios se obtiene a través de la mediación del ser humano Jesús el Mesías, quien no es el Señor Dios (¡haciendo dos!), pero el Señor Mesías, el mediador entre Dios y los seres humanos (1 Tim 2:5).

Con este credo prístino del Nuevo Testamento una nueva era de diálogo inteligente se puede abrir entre tres grandes religiones del mundo: el Judaísmo, el Islam y el Cristianismo.

Es hora de renunciar al quebrador de cerebro que son las fórmulas confusas de algunos expertos trinitarios. Cierro con una cita exasperante de un profesor de Harvard que escribió un libro clave titulado Reasons for Not Believing the Doctrine of the Trinity. Andrews Norton lamentó la complejidad atroz a la que la pérdida del credo prístino había llevado. Se refería a los intentos de los “teólogos” para explicar cómo Jesús puede ser 100% Dios y 100% hombre. La enseñanza implica lo que se llamó la “Comunicación de Propiedades”:

“La doctrina de la Comunicación de las propiedades”, dice LeClerc, “es tan inteligible como si uno fuera a decir que hay un círculo que está tan unido con un triángulo que el círculo tiene las propiedades del triángulo y el triángulo las del círculo.”
“Se discute en detalle por Petavius con su redundancia habitual de aprendizaje. El amplio folio de ese escritor que contiene la historia de la Encarnación es uno de los monumentos más llamativos y melancólicos de la locura humana que el mundo tiene que exhibir. En la historia de otros departamentos de la ciencia nos encontramos con muchos errores y extravagancias, pero la teología ortodoxa pareció ser la región peculiar de palabras sin sentido; de doctrinas confesablemente falsas en su propio sentido y sin explicación en ningún otro; de las más portentosas presentaciones más absurdas como verdades de mayor importancia y de las proposiciones contradictorias arrojadas juntas sin un intento de conciliar. Un error principal que atraviesa todo el sistema, así como otros sistemas de la filosofía falsa, es que las palabras poseen un significado intrínseco y no derivados de la utilización de los hombres; que no son meros signos de las ideas humanas, sino una especie de entidades reales, capaz de significar lo que trasciende nuestras concepciones y que cuando se expresa a la razón humana sólo como algo absurdo, aún pueden ser significativos de un misterio o una gran verdad oculta y tienen que ser creídas sin ser entendidas.”



Footnotes:

[1] J.L. Mosheim, Institutes of Ecclesiastical History, New York: Harper, 1839, Vol. 1, p. 399.

[2] Andrews Norton, A Statement of Reasons for Not Believing the Doctrine of the Trinitarians Concerning the Nature of God and the Person of Christ, Hilliard, Gray & Co., 1833, p. 287.

[3] Maurice Wiles, The Remaking of Christian Doctrine, London: SCM Press, 1974, pp. 54, 55.

[4] Professor G.W. Buchanan, from correspondence, 1994.

[5] William Barclay, A Spiritual Autobiography, Grand Rapids: Eerdmans, 1975, p. 50.

[6] “Trinity,” in The Oxford Companion to the Bible, Oxford University Press, 1993, p. 782.

[7] I.A. Dorner, The History of the Development of the Doctrine of the Person of Christ, Edinburgh: T & T Clark, 1882, Div. I, Vol. 2, p. 330.

[8] “Dogma, Dogmatic Theology,” in Encyclopedia Britannica, 14th edition, 1936, Vol. 7, pp. 501, 502.

v.12 n.7 Tal vez los Gnósticos ganaron después de todo

Por Anthony Buzzard
Al leer la historia de la Iglesia antigua hay un grupo que a cada rato aparece—los Gnósticos. Ellos creían que tenían, o que poseían, conocimiento secreto que les permitía “interpretar” las Escrituras mejor y con más autoridad que otros. Habían otros grupos que corrompieron copias del texto del Nuevo Testamento para que parecieran ser más favorable a sus puntos de vista particulares, pero se decía de los gnósticos que eran tan imaginarios que no siempre necesitaban modificar su redacción. Todo lo que tenían que hacer era “interpretar” cualquier texto para hacer que dijera lo que ellos querían decir. Hoy en día parece ser que hay personas con la misma capacidad. Hoy la mayoría del mundo Cristiano reclama tener una revelación especial, declarando que la Trinidad es verdad, agregando que es esencial para la salvación. Todo esto a pesar del hecho de que ni Jesús ni los apóstoles expiraron ni una sola palabra al respecto. Jesús y Pablo no sabían nada en absoluto acerca de un Dios trino.

La historia nos revela que aquellos que se vinieron a llamar “ortodoxos”—es decir, aquellos que tenían “el camino correcto”—pudieron lograr esa posición honorable solo quitando a sus oponentes a la fuerza, incluyendo algunos que se dominaban como Gnósticos. Mi abuela tenía un dicho acerca de “la olla que llama al hervidor, negro”. Mientras uno trata de entender lo que hoy declaran como la doctrina “ortodoxa”, parece que han empleado las artes similares de los gnósticos de la antigüedad contra quienes se habían opuesto vigorosamente, ¡haciendo que las Escrituras digan lo que ellos desean!

La etiqueta “ortodoxa” se dice que significa “el camino correcto”. Este es un nombre equivocado, ya que cualquier grupo sincero puede, aunque no con tantas palabras, describirse como “el camino correcto”. De otra manera no pudieran ser el “camino” si no creyeran que fuera la forma correcta. Los que hoy se dicen llamar ortodoxos no llegaron allí con un sello divino de aprobación sobre su doctrina. Ellos fueron los “ganadores” políticos de la lucha ideológica para ser el perro mas grande. Por cierto, el grupo que comenzó a establecer las reglas de la ortodoxia de hoy fueron principalmente ex-paganos, con una inclinación filosófica Griega. Eventualmente encontraron el liderazgo del Emperador pagano Constantino, quien adoraba en el culto del dios solar. Constantino vio la ventaja política de un solo Estado religioso para traer paz a su imperio. El resultado de una religión aprobada por el estado fue el precursor de la Iglesia Católica Romana, una iglesia que todavía hoy establece sus tradiciones por encima de la Biblia y se hace llamar “apostólica”, auténtica, fundada por Pedro.

El emperador Constantino es eufemísticamente conocido como un “Emperador Cristiano”. Pero él era un sacerdote en un culto de adoradores del dios solar casi hasta el día de su muerte. Uno de sus sucesores, Justiniano, cuando se puso a limpiar las leyes del Imperio Romano, ayudó a asegurar la continuación de la versión particular del cristianismo de Constantino, promulgando leyes que prohibían cualquier otra opinión con pena de muerte. La palabra Griega de opinión es la palabra de la cual obtenemos “herejía”. El partido autoproclamado ortodoxo era la voz cantante y tenían el permiso de la única “opinión correcta”. Por lo tanto, así es hasta hoy.
Como el resultado de la aplicación del estado implacable de la “verdadera” doctrina por medios violentos, encontramos que la teología ortodoxa actual ha sido literalmente “quemada dentro de” la psique de la Iglesia (¿cuántos herejes—mártires—puso la Iglesia al fuego?). Luego, durante siglos de analfabetismo, las doctrinas fueron transmitidas de generación en generación por una auto-designada élite, construyendo una estructura filosófica encarnada, de modo que hoy la mayoría de los fieles no son capaces o tienen miedo de cuestionar los dogmas de la ortodoxia, a pesar de que admiten no entenderlas. El liderazgo de estos grupos mayoritarios trabaja fuerte y valientemente para hacer sus argumentos convincentes. Aunque muchos de ellos, en privado, mantienen dudas e incertidumbre. Para amortiguar el celo de cualquiera que persista en cuestionar estas doctrinas, se les hace amenazas ya sea velada o explícita, de un infierno ortodoxo y una condena como recompensa por su incredulidad.
Esta doctrina de un Dios trino es extraña a las palabras de Jesús y los apóstoles. Ellos tuvieron fuertes palabras que decir acerca de aquellos que cometieran abusos y engañarán al “rebaño”, pero ellos nunca trataron de confundir a los creyentes con “misterios”, un lenguaje sin sentido y una matemática imposible. Las enseñanzas y parábolas de Jesús eran, de hecho, un intento de cortar a través de la jerga teológica de su tiempo y presentar una sencilla verdad con un lenguaje común con la ayuda de imágenes y comparaciones, para que la gente común pudiera entender. Es bueno notar que Jesús suele dar una interpretación a sus parábolas (comparaciones), sin embargo, muchos maestros modernos logran ver en ellos todo tipo de “significados ocultos”. Esto de nuevo nos recuerda que, después de todo, tal vez los Gnósticos están todavía con nosotros.
En los últimos años, una serie de doctrinas ortodoxas han sido “revisadas” y varias descartadas por lo que son un paganismo disfrazado como Cristianismo. La inmortalidad del alma es sólo uno de ellos. Estas doctrinas están siendo demostradas como falsas por algunos de los más eminentes, incluso teólogos conservadores, de nuestros tiempos. Sin embargo, todavía imponen otras enseñanzas esotéricas del mismo género a pesar de tanta oposición de expertos académicos.
Hablan de la doctrina de la Trinidad como si fuera “la piedra angular del Cristianismo”, mientras que el segundo Adán, el “único mediador entre Dios y los seres humanos, Jesucristo, el mismo humano” es “la piedra que desecharon los constructores”. Para demostrar lo que he dicho, traten de estudiar el tema y luego traten de hacer un dialogo constructivo con un creyente trinitario, en muchos casos rápidamente serán rechazados y las puertas cerradas, incluso excomulgados. El Gnosticismo no puede seguir la lógica y la verdad de Dios es lógica. Dios no ha ocultado la verdad sobre ‘cuantos es El’ en una maraña de misterios. Dios envió a su Hijo y nos dio su Espíritu Santo para que podamos disfrutar de la libertad de saber la verdad y a través de ese conocimiento adquirir “una esperanza viva”.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para vosotros” (1 Pe 1:3-4). No hay ninguna pista en cualquier parte de la Escritura que diga que uno debe creer en la Trinidad para ser salvo. ¿Acaso fue Jesús, o los apóstoles, negligente al no enseñar “el camino correcto” a la salvación? O, de hecho, será que la ortodoxia actual no es lo que pretende ser, ¿a veces tan bulliciosamente?
Queridos amigos, deben responder estas preguntas o su fe para siempre se verá comprometida por un elemento de incertidumbre, mientras intenta creer en doctrinas (¡admítalo!) que no [y nunca podrá] entender sobre la verdad más básica del Evangelio— ¿quien fue Jesús y quién es Dios? El correcto entendimiento de la Expiación se basa en saber que Jesús fue el “segundo Adán”. Jesús murió por nuestros pecados en nuestro lugar. Pablo lo dejó claro en Romanos 5:19: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de un hombre, los muchos serán constituidos justos” (mejor le fuera leer todo el capítulo).” Es interesante que muchas traducciones parecen dejar de lado el segundo “hombre”, en vez añadiendo “por la obediencia de uno” en un intento de torcer las palabras hacia la Trinidad. Pero la Escritura es clara—sólo un verdadero descendiente de Adán podría quitar la maldición. Dios, quien es inmortal (1 Tim 6:16), no podía morir por nuestros pecados.
¡Ahora vamos a ver! ¿Sabe usted que su iglesia se ha comprometido a creer en un ‘Dios-Hijo’, que no puede, por definición, morir? Dios es inmortal. De hecho, la sugerencia de que sólo Dios puede “pagar el precio” induce a la creencia en un Dios mortal ¡quien tuvo que morir! Ellos dicen, “lo único suficiente es que Dios haya muerto por nosotros” y sin embargo, en el mismo aliento, “Dios no puede morir”. Entonces, ¿quién murió? Pablo dice que fue el Hijo de Dios. El fue lo sencillamente franco. Pablo no se imaginaba que Dios pudiera morir, o que Dios era más que una sola persona. ¿Por qué entregarse a la frecuente jerga incomprensible de alguna “teología”? Los Gnósticos fueron los primeros “teólogos”, dijo el príncipe de la historia de la Iglesia, Adolf Harnack. ¿Por qué no liberarse de la dependencia en ellos? No deje que los gnósticos los engañen.