Si usted está de acuerdo con el sentido común de la propuesta de arriba, veamos lo que Jesús tenía que decir sobre su propia identidad. Iglesias desde hace mucho tiempo se reúnen bajo una pancarta—la creencia de que Jesús es Dios, Jehovah, el Dios de Israel.
¿Pero dijo Jesús tal cosa? El bien pudo haber dicho: “Yo soy Dios”. Pero nunca lo hizo. Ni una sola vez. ¿Entonces, quien dijo que era él?
La pregunta arremolinó alrededor en esos días frenéticos del ministerio de Jesús. Algunos pensaban que Jesús era uno de los profetas resucitados. Otros tenían otras opiniones. Jesús, como maestro enamorado de la unidad y el orden, le planto la pregunta a sus mayores alumnos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (Mateo 16:15). Olvídese de conjeturas populares y lleguemos a la mera verdad. Pedro respondió con seguridad: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.” ¿Está claro? Queriéndome poner al lado de Jesús, estoy escuchando atentamente a la respuesta de Jesús de la iluminada respuesta de Pedro a esa gran pregunta—la pregunta realmente grande en que la fe Cristiana depende.
Después de los tiempos del Nuevo Testamento esa verdad fundamental, unificadora y estabilizadora no permaneció. Sufrió los estragos de la filosofía Griega la cuál repasó—y confundió—toda la enseñanza bíblica acerca de Dios y Su Hijo, el Mesías. Pero mientras la Escritura se escribía y los apóstoles aun estaban vivos para defenderla fuertemente, el grito continuo saliendo: “Estas cosas [según todo el evangelio de Juan] fueron escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (Juan 20:31). ¿Suena familiar? Incluso más tarde en las comunicaciones de despedida de Juan en sus epístolas, la nota de urgencia más bien ha aumentado. “El que niega que Jesús es el Cristo" niega al Hijo de Dios. Véase 1 Juan 2:22; 4:15; 5:1, 5, 10, 13, 20 para un énfasis exitoso de este punto.
Todo esto es bastante sencillo y directo, siempre y cuando mantengamos el idioma filosófico que después se empleo después con una terminología de “dos naturalezas”, “tres hipóstasis” y “una sustancia”; algo que nos impide ver las palabras de Jesús mucho más fácil. La iglesia es fundada sobre la roca que es la confesión de: ‘Yo soy el Cristo, el Hijo del Dios viviente’. ¡Nada sobre que él es Dios!
¿Qué más podemos decir de Mateo? Él parece haber prestado mucha atención a quién es Jesús. Todo su libro abre con la toma de que Jesús es el hijo de David, de Abraham y también, por supuesto, de Dios, quien es el Padre de Jesús, resultando en su genesis, origen (Mat 1:18; cuidadosamente note aquí el uso de la palabra).
En el libro de Juan, ¿cómo puede encajar esta clara enseñanza de que Jesús es el Hijo de Dios y Cristo? Perfectamente. ¿Acaso Juan no nos dijo expresamente que todo el libro fue escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (20:31)? Mire cuidadosamente los primeros días de Jesús. ¿Qué dijeron sus futuros discípulos? “Hemos encontrado al Mesías…al Hijo de Dios” (véase Juan 1:41, 49). ¿Estaban equivocados? Por supuesto que no.
Ahora vienen las preciosas y confirmadoras palabras de Jesús en Juan 4, donde se encuentra en un pozo con la mujer Samaritana. Jesús, con su maravilloso estilo abarcador que le permitía hablar con todos, sin excepción, la involucra en su conversación. Esto es lo que ella sabe: “Sabemos que el Mesías ha de venir” (v. 25). Mirándola directa a los ojos, Jesús responde: “Ese soy yo, el que habla contigo” (Juan 4:26).
El Griego de estas maravillosas palabras, “ese soy yo”, es ego eimi (que se pronuncia en el griego moderno ego imi). Juan hábilmente creía en esta frase como el código para “Yo soy el Mesías”—y no ¡“Yo soy Dios”! La primera y clave aparición del dicho “ese soy yo”, es el que acabamos de examinar. Hay más en Juan. Por lo tanto, el sentido común requiere que la misma frase sea puesta en estas mismas palabras. Lamentablemente sus traducciones, deseosos por hacer que usted piensa en otra dirección, no han permitido que usted mire que Jesús también dice exactamente el mismo dicho de “Yo soy el Mesías” en Juan 8:58. Muy injustamente los traductores no incluyen la palabra importante “ese” cuando traducen “ego eimi” en Juan 8:58. Al no hacerlo, hacen difícil para usted recordar la afirmación Mesiánica en Juan 4:26: “Ese soy yo, el que habla contigo.”
Jesús sigue afirmando su pretensión Mesiánica. A pesar de todo, fue su intención declarar su Iglesia sobre esta idea fundadora.
Incluso antes de Abraham, que con alegría esperaba al Mesías, Jesús es el Mesías prometido, el que esperaban venir. “Ese soy yo, el Mesías.”
¡Qué oportunidad para que Jesús confirmara exactamente lo que sospechaban!—que él estaba afirmando ser Dios, o al menos “un Dios”. ¿Por qué Jesús solamente no responde diciendo: “Sí, eso es correcto, esto es lo que soy – Dios”?
Otro título ha surgido aquí, requiriendo su máxima atención—‘Señor’. Inmediatamente le recordamos que Jesús es “el Señor Jesucristo”, “nuestro Señor Jesucristo", “Cristo Jesús, mi Señor”.
Nuestro escritor y maestro más amplio de todo el Nuevo Testamento es Lucas, compañero de Pablo en sus viajes. La información primaria de Lucas acerca de la identidad de Jesús aparece en los primeros capítulos de su obra. El ángel Gabriel se encarga de dejar claro quién es Jesús. En Lucas 1:32-35 Gabriel lleva a cabo su ministerio de enseñanza en unas breves palabras instructivas, que nunca debieron ser pasados por alto o mal entendido. El bebé de María es identificado como “el Hijo del Altísimo”. Jesús es también “el hijo de David”, debido a su relación de sangre a través de su madre, descendiente de David.
Luego, en respuesta a la pregunta muy razonable de María de un embarazo sin el beneficio de un marido humano, encontramos estas palabras, que necesitan ser gritado a los cuatro vientos: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, y es precisamente por esta razón que el santo niño que va a nacer será llamado, el Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Una vez que este extraordinario bebé nació, se les dijo a los pastores creyentes, “Hoy ha nacido en la ciudad de David un salvador que es el Señor, Cristo” (Lucas 2:11). Y no, me apresuro a añadir, ¡el Señor Dios! Pero el Señor Cristo y el Hijo del Altísimo. ¡Le suena familiar!
Esos hombres con una ciega confianza estaban teológicamente correctos cuando se dirigían a Jesús como el Señor, hijo de David (Mateo 20:31; 15:22). Este es el equivalente del Señor Mesías/Cristo.
Por supuesto que Hijo y Cristo son los títulos con raíces en Salmo 2, donde el Dios de Israel y de todos nosotros anunció: “Hoy yo te he engendrado...pondré a Mi Rey sobre Mi santo monte...Pídeme y te daré [Mi hijo] toda las naciones de la tierra como tu herencia.”
Ese engendró del Hijo ocurrió hace unos 2000 años. Sabemos esto solamente siguiendo la palabra de “engendramiento” de Salmo 2:7 lo mismo con la palabra en Mateo y Lucas de principio, engendramiento y nacimiento del Hijo. El decreto, “Te he engrando hoy” (Salmo 2:7) se hizo realidad el día en que María concibió por milagro y el ángel le confirmo a José, “Lo que ha sido engendrado [traído a existir] en ella es del santo espíritu” (Mateo 1:20). Por lo tanto, el padre de ese hijo engendrado (nacido) fue, por supuesto, el Hijo de Dios.
Lucas reporta las mismas buenas nuevas de Gabriel: “Precisamente a causa de” (dio kai) este milagro en María, el niño se llamará (= será) el Hijo de Dios (Lucas 1:35). Tome eso como la definición más brillante del Hijo de Dios y aferrarse de esto a través del resto del Nuevo Testamento. Pero tenga cuidado de no darle vuelta sobre su cabeza o ponerlo boca abajo o destruirlo convirtiéndolo en “Dios-Hijo”. No hay tal persona en la Biblia.
Para hacer el mismo punto sobre engendramiento, la procreación del Mesías, el Hijo de Dios, el escritor Hebreos cita Salmo 2 sobre el comienzo del Hijo de Dios (“Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado”, Sal 2.7 citado en Heb. 1:5). Una tercera cita prueba el punto: “Cuando él trae a su Hijo al mundo”, es decir, causa su nacimiento por medio de un engendramiento sobrenatural.
Los dos señores están bien descritos y se distinguen por el verso más popularmente citado en el Nuevo Testamento del Antiguo Testamento. Salmo 110:1 habla de Jehovah hablándole al señor de David, el Mesías. Ese segundo señor en el texto hebreo es adoni. Esta forma de la palabra “señor” no quiere decir Dios. Obviamente no ya que en la Biblia Dios no le habla a otro único Dios. Eso sería politeísmo y el desastre teológico final.
Biblias que le ponen una letra en mayúscula a ese segundo señor de Salmo 110:1 lo engañan. Cuando la palabra hebrea es adoni es correctamente representada como señor o amo (no es un título para Dios). Pero en el Salmo 110:1 los traductores de las diferentes versiones rompen sus propias reglas de capitalización. Se suponía que el segundo señor de alguna manera era el Dios-hombre de los credos tradicionales. Pero una vez que a la gente le enseñaron que Jesús es Jehovah, esto por supuesto causo un “problema” (¡una palabra favorita en los escritos teológicos!), cómo dos Jehovahs realmente podrían ser un Iahvé. Después de todo Jesús creía que la cosa más importante de todas es que creamos que “el Señor nuestro Dios es un Jehovah”, o Señor (Marcos 12:29).
Un escritor experto en la Trinidad se comprometió en una revista teológica a la proposición ¡“Dios es al mismo tiempo una persona y tres Personas"!
Los cimientos del universo fueron agitados y el curso del desarrollo de la iglesia desordenado de una manera permanente por la decisión de los Concilios de la Iglesia cuando hablan de tres como cada uno Dios y al mismo tiempo misteriosa e ilógicamente un sólo Dios. Esto implicó la imposición sobre la orientación de la Biblia hebrea con categorías extraídas de un mundo extraño de la filosofía griega. Este fue un desastre que necesita recuperación y restauración, para que todos los que se reúnan en la iglesia cristiana se reúnan para creer en un Dios Padre y en un solo Señor Mesías, el ser humano Mesías Jesús (véase 1 Tim 2:5). Esta es la simple verdad que tanto se necesita.
Al abandonar el credo de Jesús y substituirlo por otro credo de tres-en-uno ha sido una tragedia, como lo han notado muchos observadores expertos:
“En el año 317, un nuevo argumento surgió en Egipto con consecuencias de carácter dañino. El objeto de esta controversia fatal, que encendió tales divisiones deplorables en todo el mundo cristiano, era sobre la doctrina de tres personas en la Divinidad, una doctrina que en los tres siglos anteriores habían escapado felizmente la vana curiosidad de los investigadores humanos.”[1]“Cuando miramos a través del largo tiempo del reinado de la Trinidad…vamos a percibir que pocas doctrinas han producido un mal tan sin mezcla.”[2]“En práctica la doctrina cristológica nunca ha sido únicamente derivada de una lógica de las declaraciones de la Escritura…Por lo general la Iglesia practicante (sea lo que hayan afirmado estar haciendo en teoría) no ha basado su Cristología exclusivamente en el testimonio del Nuevo Testamento.”[3]“Los griegos distorsionaron el concepto de la agencia [divina] legal de Jesús por una identidad ontológica, creando un conjunto ilógico de credos y doctrinas para causar confusión y terror para las generaciones posteriores de los cristianos.”[4]“En ninguna parte identifica el Nuevo Testamento a Jesús con Dios.”[5]“Debido a que la Trinidad es una parte tan importante de la doctrina cristiana posterior, es sorprendente que el término no aparece en el Nuevo Testamento. Del mismo modo, el concepto desarrollado de tres parentescos co-iguales en la Deidad que se encuentra en formulaciones del credo posterior no pueden ser claramente detectado dentro de los confines del canon.”[6]"¿Cómo vamos a determinar la naturaleza de la distinción entre el Dios que se hizo hombre y el Dios que no se hizo hombre, sin destruir la unidad de Dios por una parte o interferir con la cristología por otra? Ni el Consejo de Nicea, ni los Padres de la Iglesia del siglo IV satisfactoriamente contestaron esta pregunta.”[7]“La adopción de una frase no bíblica en Nicea marcó un hito en el crecimiento de dogma; la Trinidad es verdad ya que la Iglesia—la Iglesia universal hablando por sus obispos—lo dice, ¡aunque la Biblia no!...Tenemos una fórmula, ¿pero que contiene esa fórmula? Ningún pequeño de la Iglesia se atreve tratar de responderla.”[8]
Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías. Hijo de Dios es definido por Lucas 1:35 y Dios es el Dios y Padre de Jesús el Mesías, el Señor Mesías nació en Belén hace 2000 años. Este está destinado a volver a tomar las riendas de un gobierno mundial y rescatarnos de nuestra sorprendente pérdida de la simple Verdad. La verdad nos hace libre, como bien lo dijo Jesús (Juan 8:32).
Con este credo prístino del Nuevo Testamento una nueva era de diálogo inteligente se puede abrir entre tres grandes religiones del mundo: el Judaísmo, el Islam y el Cristianismo.
Es hora de renunciar al quebrador de cerebro que son las fórmulas confusas de algunos expertos trinitarios. Cierro con una cita exasperante de un profesor de Harvard que escribió un libro clave titulado Reasons for Not Believing the Doctrine of the Trinity. Andrews Norton lamentó la complejidad atroz a la que la pérdida del credo prístino había llevado. Se refería a los intentos de los “teólogos” para explicar cómo Jesús puede ser 100% Dios y 100% hombre. La enseñanza implica lo que se llamó la “Comunicación de Propiedades”:
“La doctrina de la Comunicación de las propiedades”, dice LeClerc, “es tan inteligible como si uno fuera a decir que hay un círculo que está tan unido con un triángulo que el círculo tiene las propiedades del triángulo y el triángulo las del círculo.”
“Se discute en detalle por Petavius con su redundancia habitual de aprendizaje. El amplio folio de ese escritor que contiene la historia de la Encarnación es uno de los monumentos más llamativos y melancólicos de la locura humana que el mundo tiene que exhibir. En la historia de otros departamentos de la ciencia nos encontramos con muchos errores y extravagancias, pero la teología ortodoxa pareció ser la región peculiar de palabras sin sentido; de doctrinas confesablemente falsas en su propio sentido y sin explicación en ningún otro; de las más portentosas presentaciones más absurdas como verdades de mayor importancia y de las proposiciones contradictorias arrojadas juntas sin un intento de conciliar. Un error principal que atraviesa todo el sistema, así como otros sistemas de la filosofía falsa, es que las palabras poseen un significado intrínseco y no derivados de la utilización de los hombres; que no son meros signos de las ideas humanas, sino una especie de entidades reales, capaz de significar lo que trasciende nuestras concepciones y que cuando se expresa a la razón humana sólo como algo absurdo, aún pueden ser significativos de un misterio o una gran verdad oculta y tienen que ser creídas sin ser entendidas.”
Footnotes:
[1] J.L. Mosheim, Institutes of Ecclesiastical History, New York: Harper, 1839, Vol. 1, p. 399.
[2] Andrews Norton, A Statement of Reasons for Not Believing the Doctrine of the Trinitarians Concerning the Nature of God and the Person of Christ, Hilliard, Gray & Co., 1833, p. 287.
[3] Maurice Wiles, The Remaking of Christian Doctrine, London: SCM Press, 1974, pp. 54, 55.
[4] Professor G.W. Buchanan, from correspondence, 1994.
[5] William Barclay, A Spiritual Autobiography, Grand Rapids: Eerdmans, 1975, p. 50.
[6] “Trinity,” in The Oxford Companion to the Bible, Oxford University Press, 1993, p. 782.
[7] I.A. Dorner, The History of the Development of the Doctrine of the Person of Christ, Edinburgh: T & T Clark, 1882, Div. I, Vol. 2, p. 330.
[8] “Dogma, Dogmatic Theology,” in Encyclopedia Britannica, 14th edition, 1936, Vol. 7, pp. 501, 502.
No comments:
Post a Comment
Recent Comments